PABELLON ARGENTINO – EXPO 2023

CONCURSO INTERNACIONAL, PROYECTO SELECCIONADO

10.800 m2

BUENOS AIRES. 2019

EQUIPO: Matías Beccar Varela, Manuela Bresso, Jano de la Vega, Francisco Díaz Perez (autores asociados), Lucía Venditti, Belen Iglesias Molli, Joaquin de la Vega, Roderick Cameron, Ivan Dacharry, Marcos González Mazza, Eugenia Rivadavia.

El Pabellón Argentino estará representando a nuestro país frente al mundo y fundamentalmente frente a nosotros mismos. En este sentido, cada una de las decisiones tomadas a lo largo del proceso proyectual involucran un compromiso tanto con el pueblo que somos como con el que queremos ser. En un firme equilibrio entre la historia y el futuro, la realidad y los sueños, nuestro edificio se presenta como una misteriosa Arca de Noé que no sólo lleva lo mejor de lo nuestro sino también las aspiraciones y los designios del porvenir.

Si es verdad que, como decía Octavio Paz, los argentinos “descendemos de los barcos”, tampoco es menos cierto que esa identidad variopinta se fue imbricando con la trama de poblaciones y culturas vernáculas, tanto como con las certezas más prosaicas de lo territorial.

En este contexto simbólico, el edificio se implanta en el predio central de la Expo con uno de sus lados largos abriéndose hacia el bulevar principal, invitando a los paseantes a ingresar por una puerta de 17 metros de alto, en un gesto que simboliza la apertura histórica de nuestras tierras para con el extranjero. Siguiendo la curva Sur del terreno, el lado más largo se pliega en una serie de meandros que evocan la gran cadena montañosa de los Andes pero también la extensa costa marítima argentina –vehículos históricos de nuestra independencia, por un lado, y de nuestra inmigración constitutiva, por el otro.

En otro orden, la forma general del muro envolvente se inspira en el recinto amurallado del Pucará de Tilcara, una de las obras más antiguas conservadas en nuestro territorio y que representa la vertiente local de las tradiciones constructivas de aparejado. Así, la materialidad dominante –el ladrillo– es una fuerte apuesta por la tradición constructiva más sustancial de estas tierras, desde el ancestral uso del adobe hasta el aparejo de bloques cerámicos de nuestros días: un saber que permanece intacto a lo largo de generaciones. Todo el edificio es un homenaje a esos maestros anónimos diseminados en las obras de construcción a lo largo y ancho de nuestro país.

La crudeza del ladrillo simple alzado a plomo se combina con las curvaturas necesarias para prestar rigidez estructural a la fina membrana de albañilería. Los diferentes cribados y tipos de aparejos se combinan con una trama estructural liviana que se asocia con las prestaciones a compresión del ladrillo para contrarrestar los esfuerzos laterales (fundamentalmente viento). El estudio en profundidad de la Carta Solar para el paralelo 34° (Bs.As.) nos permite la identificación de distintas geometrías solares para cada momento específico del día y a lo largo del año. Así, el extenso muro de ladrillos en todo su perímetro se concibe como una membrana inteligente de largo plazo, es decir que no requerirá de costosos elementos móviles para trabajar exitosamente, sino que los distintos sectores del muro son dispuestos según su orientación azimut y altitud correspondiente para cada estación del año. El que se mueve es el sistema solar –el edificio sólo aprovecha este movimiento.

En contraste con esta superficie hiper-texturada, el interior se propone en bloques de geometrías puras que parecen bailar en la ingravidez como sólidos platónicos. Sus terminaciones son lisas y blancas, ideales para recibir proyecciones desde todos los ángulos y reflejarlas incluso hacia afuera del edificio a través de la membrana de ladrillos en celosía.

Por último, el techo es una elemento con su propia lógica que consiste en recibir luz de rebote e impedir el ingreso de rayos solares directos, produciendo una luminosidad diáfana y pareja en el interior del edificio. Constituido por una sucesión de lucarnas longitudinales perfectamente orientadas al SUR, aloja por contrapartida una cantidad importante de paneles fotovoltaicos hacia el NORTE, aprovechando la inclinación perfecta para un rendimiento óptimo. La energía generada se utiliza para el funcionamiento del edificio, e incluso, en invierno, se la aprovecha para entibiar por piso radiante la gran superficie de actividades. El gran techo a la vez funciona como un gran captador de agua de lluvia que, con su pendiente mínima, la conduce por cada canalón hasta un gran embudo y su correspondiente bajada (por dentro de las columnas tubulares de soporte del muro perimetral). Así llega finalmente al ESTANQUE, donde el agua es filtrada por gravedad e introducida por subsuelo en el sistema de instalaciones del edificio para alimentar sanitarios, cocina y riego.

Un pabellón es un símbolo y todas las decisiones involucradas en él devienen, antes que otra cosa, también símbolos. La construcción se vuelve así construcción de sentido de forma literal, pero también palpable, material. Esto es algo bastante excepcional en arquitectura. Nuestro Pabellón Argentino elige para esta gesta que todas las decisiones proyectuales se enfoquen en la cosa misma: la cosa-proyecto, la cosa-construcción. La reflexión propuesta es entonces por la excelencia, tanto la reconocida como la buscada, en todos los ámbitos del “producir argentino” pero concretamente –en nuestro caso especial– en lo referido a lo constructivo, lo proyectual: la Arquitectura. Como pensamiento del hecho arquitectónico, nuestra propuesta vindica una cierta postura con respecto a dos cuestiones que en los últimos tiempos se han vuelto centrales. Por un lado, propone la incorporación de los estándares de sustentabilidad pero desde el núcleo mismo del proceso de proyecto, alentando a una cierta racionalidad proyectual de lo situado. Por el otro, apuesta a un diálogo intensificado con las tradiciones constructivas locales, que forman todas parte imprescindible del complejo tramado de la noción de “sitio”. Sitio, lugar, paisaje, territorio, en cierto sentido constituyen el acervo más irreductible de un país y, ciertamente, su plataforma posible de despegue.