CASA VLADY

PALERMO, BUENOS AIRES. 2010

EQUIPO: Matias Beccar Varela, Ariana Werber, Daniel Sutto, Cristian Bustos.

FOTOS: Lula Bauer / Federico Kuledjkian / MBVAA

Si bien la obra original tenía unos 100 años de antigüedad, una salvaje intervención en los años ’70 la había dejado al borde de lo irreconocible. Ventanales clásicos de cedro reemplazados por aberturas de chapa estandarizada; ambientes rebajados por enigmáticos cielorrasos suspendidos; pisos originales tapados por alfombras moquetas; baños y cocina “modernizados” con enlozados y fórmicas de color. El panorama era desolador. 

La primera decisión fue mantener inalterada la fachada a la calle y, de ahí para adentro, todo sería un intento por recuperar la esencia perdida y, a la vez, imprimirle un necesario nuevo sello de los tiempos. Se demolieron tabiques divisorios, cielorrasos suspendidos, baños y cocina, se apuntalaron los techos y se vaciaron las fachadas al patio. La fundamental operación del proyecto había concluido en las primeras semanas de obra: la casa respiraba, se inundaba de luz. La vieja tradición constructiva aparecía ahora a nuestros ojos en el perfil antes oculto de las bovedillas, en el entablonado de pinotea o en el espesor fabuloso de los muros.

El resto de la obra consistió en “cerrar” correctamente la casa: se usaron grandes carpinterías acristaladas en las fachadas al patio, en un intento por interferir lo menos posible en el camino de la luz y de recuperar la antigua especificidad de los cerramientos de madera. La planta baja se trató como un único gran espacio, que, con la interposición de un volumen bajo (el toilette), agrupa una zona de vivir y otra de dormir. En la terraza se sumaron un estudio, una pérgola, un gran cantero y una pileta que recorre la balaustrada de la fachada y “flota” sobre el techo de la vieja casa palermitana.

El patio original se conservó intacto, desde sus medidas y proporciones hasta la escalera y el revestimiento granítico –muy típico– del piso. De esta manera funciona hoy como una suerte de espacio neutro donde el resto de la casa se encuentra y se reconoce, histórica y a la vez atemporal.