Este proyecto surgió a la salida de la pandemia para la instalación de unas oficinas en lo que había sido una vieja casona de Olivos, en la provincia de Buenos Aires.

El desafío consistía en reinventar la relación del adentro con el afuera, aportando luz, ventilación y una serie de posibilidades de usos abiertos a lo indeterminado, lo orgánico, lo natural. Se trataba de la búsqueda del espacio de trabajo característico de la postpandemia.

Para ello se tiraron un gran número de paredes y grandes fracciones de la cubierta; se instalaron nuevos sistemas de aberturas con operabilidad total (apertura del 100%) y una gran lucarna en lo que había sido un espacio central lúgubre (con una escalera de ebanistería que había permanecido injustamente escondida). La nueva lucarna al abrirse produce mediante efecto chimenea una ventilación natural que mantiene la casa fresca en la temporada calurosa.

En la fachada principal, abriendo a un jardín frontal por el que se accede desde la calle, se dispuso una generosa pérgola vidriada, habilitando un nuevo espacio de transición interior/exterior sin interrumpir el camino de la luz. Por último, se pensó un interiorismo e iluminación de carácter extraño desde lo material hasta lo escalar: ni los muebles y artefactos de una oficina, ni los de una casa, ni los de un bar; se trata de algo distinto que busca ofrecer un abanico de posibilidades para las nuevas formas de trabajar.